Cruces
Nos encontramos ante una exposición fotográfica muy peculiar sobre todo por su tema,
"Cruces de piedra".
El autor, se ha dedicado durante un tiempo a recorrer en bicicleta y andando los caminos que rodean la localidad de Villacañas (Toledo) su pueblo natal, para mostrarnos en esta exposición múltiples cruces de piedra que nos recuerdan a personas de Villacañas fallecidas en el campo en muy diversas circunstancias.
Al mismo tiempo que iba descubriendo cruces se ha preocupado de documentarlas, sumergiéndose en los archivos tanto de la Iglesia como del Ayuntamiento de Villacañas, donde ha podido constatar la historia de alguna de las cruces.
El Prólogo a esta exposición es de Vicente Zaragoza Sesmero y nos dice lo siguiente:
"La memoria es paisaje....."
Julio Llamazares
Testigos elocuentemente mudos. Historia y memoria convertidas en piedra con voluntad de perpetuarse en el tiempo.
Tras ellas, junto a ellas, los hombres. Villacañeros que quisieron dejar testimonios claros de personas y hechos luctuosos.
Han sido, son y seguirán siendo vigías solitarios de caminos y veredas, sencillos monolitos que encierran y nos proclaman en silencio la vida ausente. Toscas algunas, más elaboradas otras, no son sino un grito del tiempo. El recuerdo que resucita cuando alguien cruza por su lado y recibe, percibe, la llamada del instante cruel y despiadado.
No encontramos en ellas a ningún experto cantero, a ningún maestro Mateo, capaz de convertir la piedra en filigrana. Austeras y simples, han surgido, tal vez, de las manos callosas de labradores que, en este caso, labraron con cincel y martillo, con rabia y con cariño el último homenaje a un ser querido.
Sus instantes (21 cruces), recorren la historia con paso lento, pero elocuente. Desde 1.788 (en vísperas de la revolución francesa) pasando por seis monumentos del S. XIX y llegan hasta el 1.936, 1.940 y 1.945.
Probablemente el comienzo de una época de desarrollo económico arrancó el valor del recuerdo o el testimonio físico de agradecimiento - memoria - a los que se fueron. Pero están ahí. Y nos siguen convocando a la memoria, a la historia. A la nuestra, la que no puede perderse porque sería perdernos.
Cada una de ellas, una a una hasta las veintiuna, contiene el valor, la esencia de lo que fuimos, la honra y el recuerdo de quienes construyeron nuestro pueblo y no quisieron dejarnos sin la posibilidad de cruzar una mirada al pasar por el ocre y polvoriento paraje.
Y evocar la gratitud a los que nos precedieron.
Juan María, no se ha dedicado exclusivamente a tomar una fotografía de cada cruz, sino que se ha preocupado de limpiar la zona, de descubrir algunas cruces que estaban enterradas y ha hecho múltiples fotografías de cada una en distintas estaciones del año y distintas horas del día, para captar la grandeza de las cruces, en las que se nota el paso del tiempo.
Felicidades Juan María. Buen trabajo.